𝗡𝗼𝘀 𝘃𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗮 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗰𝗮, 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗮 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝗲𝗿𝗱𝗮. VOL. VII: La generación perdida

Últimamente no puedo dejar de pensar en la sociedad en la que vivo: si me enfrento a ella con los valores éticos y morales que he heredado de mi familia, me siento muy solo; si los cambio y me adapto a lo que ella me demanda, me siento sucio, falso e hipócrita. ¿Qué debo hacer? ¿Debo renunciar o seguir luchando?

Veo como la tasa de suicidios aumenta día a día, el consumo de pornografía a edades cada vez más temprana ha hipersexualizado hasta la ropa, el consumo de medicamentos u otras drogas se ha incrementado para luichar contra la depresión, la ansiedad... ¿Qué está pasándonos? ¿De verdad vivimos mejor-peor que antes? Desde luego no tengo respuestas, aunque sí hipótesis subjetivas. Pero en lugar de filosofar y buscar lo que para mí es la respuesta más evidente y razonarla con pensamiento crítico, creo que es mejor resumir "muy mucho" la vida de mi abuelo.

Él tiene 90 años y recuerdo que, antes de que su cabeza se perdiera por esos valles del olvido, nos contaba cómo vivió la Guerra Civil siendo un niño, cómo se apoyaba contra uno de los muros cuando escuchaba pasar a los aviones. Él nos contaba cómo su padre le echó de casa a los 16 años para que emprendiese su camino, cómo construyó su casa, cómo hacía "tratos" para comprar ganado, cómo se enamoró de una gallega con la que ha compartido cada día desde aquel día que se conocieron, cómo se casaron y se impusieron ante la adversidad para criar a tres mujeres y un niño. En el pueblo es conocido porque él repartía la leche que se consumía en las casas, pero también porque en su casa se hospedó toda aquella persona que no tenía de qué vivir (él dió tejado a cambio de mano de obra con los animales), han padecido hambre, enfermedad e incluso una pandemia. Han visto cuatro Papas, tres reyes y un dictador... Hace poco le hicieron un homenaje, ¿hacen falta más razones para entender el porqué? Pero no, esta no es la historia de mi abuelo ni de mi familia, sino de miles de personas que vivieron esto de una manera igual o muy parecida a él.

Y... no sé... no quito peso a lo que nos ocurre hoy ni muchísimo menos. Yo soy el primero cuya salud mental está tocada. ¿Pero cómo él y tantos como él han sabido mantener esa noción clásica de familia con el amor más grande que he visto en esta tierra? (recordemos que él se crió en una sociedad en la que el hombre no trabajaba en casa y, sin embargo, con 80 años tuvo que aprender lo que nunca supo hacer para cuidar de su mujer con alzheimer). ¿Cómo él y tantos como él mantuvieron sus amigos de la infancia con la misma fuerza que en aquella adolescencia? Yo he visto llorar a mi abuelo pocas veces, y de esas pocas muchas fueron por ver a otro amigo de la infancia partir.

Desde luego, algo nos está pasando. No sé el qué. Quizá nos hagan falta referentes. Referentes amables, que dan su vida y lo que tienen por ayudar al prójimo; referentes que nos enseñan a luchar ante la diversidad en vez de ver las noticias y dejar que "todo pase"; referentes que a día de hoy siguen saliendo a la calle para que no sus hijos, sino sus nietos, puedan seguir disfrutando de un sistema sanitario que ellos conocieron tarde...

Ayer fueron las elecciones y muchas veces escucho eso de que "nos hace falta un buen líder con carisma". No, nos hacen falta líderes, nos hacen falta referentes que identificar y que como no los escuchemos, perderemos para siempre esa ilusión por vivir.