La Religión Hitita

 
      Principal dios de los hititas: Teshub, dios de la tormenta 

  Una de las principales religiones que se han creado en la península de Anatolia a lo largo de la historia es la de los hititas. Influyó y fue influida a partes iguales por otras civilizaciones y pueblos cercanos a los que invadió militarmente, mostrando con ello una aceptación religiosa que difícilmente se ha vuelto a ver en la historia de las religiones. Por este motivo se la ha denominado por todos los historiadores como “la religión de los mil dioses” ya que en ella se juntan dioses propios hititas con otros originarios de los hatti, luwitas, hurritas, babilónicos…
  Para entender esta religión tan compleja y repleta de influencias hay que acudir necesariamente a la historia de los hititas. Desde su llegada a Anatolia ya se pronosticaba que este pueblo iba a obtener una gran relevancia a todos los niveles en el Próximo Oriente: en efecto un tiempo después se comenzaría a crear el gran imperio hitita, cuya extensión abarcaría la península donde se habían instalado, toda la costa del Levante mediterráneo (venciendo en astutas  batallas contra los egipcios de Ramsés II como en la tan conocida de Kadesh) y el norte del territorio babilónico. Pero aun con este vasto territorio por gobernar el rey hitita siguió cumpliendo sus obligaciones como monarca, siendo una de sus funciones principales hacer los rituales a los dioses. Como ejemplo se puede mencionar que aunque estuviera en batalla el rey se marchaba hacia Anatolia para hacer el culto establecido en esos días: se temía la ira de los dioses y que éstos no lo apoyaran en las diversas campañas militares llevadas a cabo. 
  La religión en la vida de los hititas estaba muy presente, tanto si se era el rey como si se trataba de un campesino. Todos ellos tenían que contribuir con las ofrendas fijadas por los sacerdotes de los templos hacia los dioses. Además se sacrificaban en ceremonias rituales a animales gracias a los cuales se calmaba la ira divina y los dioses quedaban satisfechos. Con todo lo anterior mencionado se pasará a exponer en el presente trabajo los aspectos que abarca la religión de los mil dioses, la religión de los hititas. 


LOS HITITAS: SU HISTORIA 
Estimación aproximada de la máxima extensión del imperio hitita

   Sus primeros descubrimientos se realizan a principios del s. XX con los hallazgos de tablillas de arcilla en escritura cuneiforme e idioma indoeuropeo en Tell El Amarna. A partir de este momento se genera un gran interés entre las élites intelectuales por esta nueva civilización descubierta y se comienza a estudiar todos sus aspectos, siendo uno de los primeros el de su origen. Al hablar indoeuropeo no podían pertenecer a Asia Menor ya que esa lengua era originaria del noreste europeo y la zona del mar Negro; mediante varios estudios se determinó que su procedencia era del este del anterior mar desde donde se lanzaron a la Anatolia y extendieron su cultura y sus características indoeuropeas. Pero no sólo influyeron sino que ya desde este momento van a aceptar influencias de los pueblos que someten, como el hatti el cual a partir de su conquista los hititas tomarán el nombre por el que serán conocidos posteriormente. Todo este proceso tiene lugar aproximadamente sobre el 2500 a.C. 
  Los primeros pasos que dan los hititas hacia su posterior imperio se producen en el II milenio a.C. cuando se comienza a tener noticia de ellos por textos ajenos. Los asirios ya cuentan de esta época que en la zona de Anatolia batallaban contra diversos reinos que dieron lugar a la instalación de colonias propias asirias, mantenidas durante varios siglos, y que aportan la idea de que en un principio no había cohesión en el territorio hitita. 

EL IMPERIO ANTIGUO 
  El edicto realizado por el rey Telepinu es uno de los documentos hititas más importantes ya que en él se describen múltiples hechos, acciones, reyes, batallas, leyes y otros aspectos de distintas épocas gracias a los cuales los investigadores de esta civilización han podido recrear la sociedad hitita y su historia en gran medida. Sirve como base para estudiar los acontecimientos acaecidos no sólo en el imperio hitita sino también en el Próximo Oriente debido a la extensa influencia del país de Hatti. En él se fundamenta una parte de los conocimientos acerca del antiguo imperio, como por ejemplo la propagación política hacia el sur de la península de Anatolia. Esta difusión fue posible gracias al monarca Labarna quién llega a expandir el reino a varias ciudades acercando la costa a sus ciudadanos: es por ello que su nombre en hitita significa “monarca”. Este rey habría tenido unos precedentes turbios ya que otro jefe militar anterior lo designó su sucesor en contra de sus hijos, lo que dio lugar a la creación de guerras civiles en las que Labarna salió vencedor. 
  Su hijo Hatusili I sube al trono y establece la corte en la ciudad de Hattusa, siendo considerado por la gran mayoría de estudiosos como el efectivo primer rey de este período histórico; esto es porque de su padre se desconocen aspectos tan importantes como si de verdad existió o fue todo el tiempo el mismo rey. Sea como fuere Hatusili I instaura una época protagonizada por batallas constantes, constituyendo un verdadero martirio para los habitantes de su reino, cuyo esfuerzo será relativamente en vano debido a que las urbes conquistadas se independizarán rápidamente del rey hitita sin poder éste remediarlo. Hatusili I ansiaba obtener materias primas como estaño para el ejército, y viendo cómo conseguía al principio expulsar a los asirios de sus dominios creyó que las demás conquistas que se llevaran a cabo iban a resultar así de sencillas. Este fracaso unido con los levantamientos de sus hijos en su contra (tal y como se supone que ocurrió con el antecesor de Labarna) provoca el heredamiento del reino en su testamento a un hombre de su plena confianza: Mursili I. 
  Mursili I demostró ser una excepción a todos los anteriores reyes. Consigue una serie de objetivos que no habían obtenido sus predecesores siendo algunos de ellos la unión de su familia y la solución de los problemas existentes en el ejército que provocaban el desaprovechamiento de las conquistas (como se ha mencionado anteriormente con Hatusili I). A nivel exterior logra dominar reinos fronterizos, guerrear contra sus vecinos los hurritas y llegar incluso hasta Mesopotamia donde se tiene documentado el saqueo de Babilonia en 1595 a.C., el cual provocó graves problemas internos que hicieron caer a la familia gobernante del poder. La muerte de este rey hitita según las fuentes vino de la mano de una persona de la corte; a partir de este momento se produce un tiempo de cierta decadencia, los monarcas se suceden rápidamente por asesinatos, golpes de Estado o guerras civiles que dan lugar a la pérdida de todo lo ganado por Mursili I. A esta situación se añade el fortalecimiento de los hurritas quiénes estaban en los limes del reino hitita, causando la instauración de métodos de defensa en las ciudades más importantes. 

EL IMPERIO MEDIO 
  Uno de los principales reyes de este período es Telepinu. Asciende al trono en 1480 a.C. y a través de guerras contra ciudades de la alta Mesopotamia pretendió conservar el dominio hitita en el Éufrates. Aun así su importancia y reconocimiento se debe a la creación de su Edicto en el cual, además de otros muchos temas, regula la sucesión al trono; según él debía ser el primogénito del rey o en su defecto el segundogénito. En el caso de que tuviera una hija ésta se casaría con un noble quién sería rey. Con todo ello quería evitar que la llegada al trono fuera siempre de la mano de alguna revuelta o de una guerra civil, es decir que no hubiera muertes por el ascenso al poder real de una persona. 
  Otro aspecto relevante es la realización de una codificación de parte de las leyes incluyendo ya varios principios novedosos para la época y que rompían con otros más tradicionales, empleados por civilizaciones contemporáneas a la hitita, como el de la compensación por infracciones de sangre. Su labor también se aprecia en la construcción de silos en determinadas ciudades para guardar cereal y en el levantamiento de bastiones en algunas urbes contra los mitannios. 
  Más tarde los herederos de Telepinu tuvieron que lidiar con el fortalecimiento del reino vecino de Mitanni el cual sufrió después con las guerras contra los egipcios. Tudhaliya III fue uno de esos herederos que vio como los kaskas del norte saqueaban sus ciudades sin gran resistencia por parte del ejército hitita, luchaba sin obtener grandes victorias contra la actual Alepo y no podía expandirse hacia el oeste de la península debido a la fuerte oposición que efectuaban los pueblos de este territorio. Por tanto sus fronteras no sólo no se ampliaron sino que en varios casos se redujeron. 

EL IMPERIO NUEVO 
  A la muerte de Tudhaliya III se proclama rey su heredero pero lo sustituyó Suppiluliuma I (según qué fuentes se estudien su reinado pudo comenzar o bien en el 1380 o en el 1350 a.C.) quién demostró ser un gran político y estratega militar. Encabeza las incursiones contra los pueblos del norte de Anatolia para asegurarles fuera de las fronteras hititas (como los kaskas), fortalece la capital y consigue que todas las provincias más o menos independientes que se habían creado fueran sometidas a su mando directo. Ello no significaba que las erradicase sino que las mantuvo y sustituyó a sus gobernantes por personas de su confianza o de su propia familia. Consigue la conquista casi total de la península lo que le permite lanzarse a la invasión del reino hurrita; para ello firmará una serie de acuerdos con diferentes pueblos de alrededor e incluso ayudará a la oposición en la corte del rey mitannio. Un tiempo después decide promover otro ataque a este reino obteniendo varios triunfos y llegando incluso a la capital (Washukkani) que arrasará. Pero el ejército hitita todavía estaba sediento de victorias así que Suppiluliuma I se dirige hacia la actual Siria apoderándose de ella por completo. En todos estos territorios inviste a gobernadores de su confianza para que ejerzan el control predominando la designación de sus propios hijos. 
  Más al sur en la actual Líbano Egipto veía peligrar sus dominios por lo que urdió una trampa al rey hitita: para estrechar relaciones propuso la unión de un hijo de Suppiluliuma I con la faraona reinante en ese momento. El monarca de Hatti aceptó y envió a uno de sus hijos a Egipto quién en el camino sería asesinado: como consecuencia el rey hitita declaró la guerra a Egipto ocupando varias plazas que tenía la faraona en toda esta zona. Sin embargo el precio que pagará el monarca por ellas será muy alto debido a que las enfermedades de los prisioneros egipcios provocarán su muerte y la de su hijo y heredero al trono, Arnuwanda II. 
  Mursil II (que según qué estudio subió al trono en el 1346 o en el 1321 a.C. y cuya existencia se conoce gracias a los anales de Hatti) asciende en condiciones muy adversas, desde el momento en que es coronado debe hacer frente a los levantamientos que se producen en su contra. A este motivo se le añadió que la unión de todas las provincias bajo el mando del rey es decir, el funcionamiento del estado centralizado no fue siempre del todo correcto ya que según si les interesaba a los gobernadores podían hacer o deshacer los pactos que habían contraído con el monarca, lo que creaba una gran inestabilidad en el reino hitita (como por ejemplo los gobernantes de Siria a los que consiguió vencer). Aun con todo ello logró varias victorias militares contra pueblos vecinos como los kaskas y los arzawa, estos últimos en el oeste de la península anatolia. Durante todo su reinado insistirá en la idea de la piedad real que consiste en pedir el perdón divino por las acciones de anteriores reyes; veían la peste como un castigo de los dioses. 
  A la muerte de Mursil II llega su hijo Muwatali II del que se conservan pocos vestigios escritos. Las sublevaciones de los vasallos continúan produciéndose aunque conseguirá de nuevo someter a los kaskas; sin embargo el problema egipcio seguía latente y en el 1274 a.C. se produce la batalla de Qadesh contra el faraón Ramsés II. Pero no resuelve la disputa ya que ninguno sale vencedor (aunque así lo proclamen ambos monarcas) y esta cuestión volverá a resurgir en otras batallas. Muwatali II logra conquistar Damasco donde pone a otro gobernante y traslada la corte a Dattasa. 



Reconstrucción por ordenador de la ciudad de Hattusas 


  Con la llegada de Mursili III  se produce una lucha por el poder con su tío Hattusili III quién finalmente logrará vencer. La capitalidad regresa a Hattusa donde el monarca hace escribir una apología histórica propia gracias a la cual se ha podido documentar este período. Las relaciones con los países vecinos van a ser en general en un tono pacifista; en Babilonia va a impulsar un convenio militar, con Asiria habrá una cierta precaución aunque no habrá movimiento por ninguna de las dos partes y quizás el hecho más importante: consigue firmar un tratado de paz con los egipcios que pondrá fin a las constantes luchas que habían ido sucediéndose durante varios decenios de años. 
  Cuando muere Hattusili III vuelve a ascender Mursili III. A su muerte hereda el trono Tudhaliya IV (1237 a.C.) quién reina con el influjo de su madre Puduhepa. Llega a controlar los asuntos de Estado cuando su hijo está lejos de la corte, como cuando combate contra los asirios obteniendo una derrota que no afectará en exceso ya que no perderá sus posesiones en Siria, pero sí mermará el número de soldados de su ejército en gran medida. En este período tiene gran importancia el virreinato de Karkemish que poseía el rey hitita porque sirvió de gran ayuda para que la guerra contra asiria no fuera peor; gracias al auxilio prestado Tudhaliya IV le otorga poderes que hacen al gobierno más independiente de Hattusa. 
  Después de este rey el imperio decae hasta extinguirse. Los monarcas posteriores no conseguirán levantarlo y las incursiones de “los pueblos del mar” unidas a las consecutivas derrotas ante los kaskas además de la llegada de otros pueblos harán que el reino hitita expire. 

LOS NEOHITITAS 
  A pesar de la desaparición del imperio hitita sobrevivieron algunos virreinatos que consiguieron mantener durante un tiempo su independencia, dando lugar más tarde a los reinos neohititas. Este proceso empieza sobre el 1200 a.C. cuando aparecen países a partir del anterior imperio, siendo algunos de ellos Marqasi, Alepo o Hanat. Dichos Estados escriben en jeroglífico hitita predominando el luwita, lo que ha dado a pensar a los investigadores que los reinos se constituyeron en  una zona al sureste en la península de Anatolia debido a que los kaskas y arameos les hacían presión. Además las luchas continuas contra Asiria por parte de estos países fueron otro elemento caracterizador de esta definitiva y última etapa hitita. 


LA RELIGIÓN HITITA 
  Debido a la gran masa de divinidades hititas algunos investigadores como Volkert Haas han separado varios ciclos para comprender mejor este mundo tan complejo. Uno de ellos es el primero, el Ciclo de Kanis, y en él están los dioses más antiguos como Kubaba, Inara (diosa protectora del país) y Tarhu (según unos autores era el dios de la tormenta y según otros era el dios de la vegetación). Todas estas divinidades y otras más son mencionadas en los rituales de época imperial. 

EL PANTEÓN 
  El texto hitita más antiguo del que se tiene constancia en el que se habla sobre su religión es del considerado el primero rey cuyo nombre es Anitta. En él se hallan las bases fundacionales de la religión hitita y perfila un cuadro coherente de su panteón, donde el dios de la tormenta (que aparece en varios relieves como en la foto de la portada del presente trabajo) es la divinidad principal y más importante. Según el texto el monarca pudo vencer a sus enemigos gracias a la ayuda de este dios quién ama al rey, consiguiendo devolver la estatua del dios de la ciudad conquistada ya que fue robada. 
  Con este hecho se da inicio a un aspecto de la religión que definirá a partir de ahora su carácter: la aceptación de todos los dioses extranjeros, tanto de los reinos y pueblos conquistados como de aquéllos que influyeron por ser cercanos en tiempo y espacio. Anitta mandará levantar templos en honor de estos primeros nuevos dioses extranjeros y en ellos se harán los rituales propios sin ningún inconveniente, como los descritos en los textos de Kultepe donde se sacrificaban animales cazados. 
  Un documento posterior muy importante en el que se dan datos acerca de la religión de Hatti corresponde al reinado de Hatusil I (1600 a.C.); en él se habla de la gran diosa celeste prehitita de la ciudad de Arinna, de Taru y de la diosa Mezulla, hija del matrimonio entre la diosa Arinna y el dios de la tempestad. Éste es considerado el panteón prehitita. La tríada divina anatólica antigua (Arinna, Taru y Mezulla) cuyo carácter es más bien indefinido se conservará mientras existan los hititas. En esta misma época se comenzarán también a importar los dioses hurritas hacia Hatti, como por ejemplo los dioses de la tempestad de Alepo y de Armaruk o Hepat que es hija de otra diosa, trasladando las estatuas de los templos o, si no las había, construyéndolas en oro y plata. Todos los dioses de la tempestad son representados por el toro aunque el rey se va a identificar más con la diosa de Arinna (que más adelante pasará a llamarse diosa solar de Arinna). Los rituales celebrados durante este período del imperio antiguo se desconocen. 
  El panteón hitita lo protagonizaba por tanto el dios de la tempestad (en todas las variantes de las diferentes ciudades en las que se adoraba). Era el señor del país debido a que le pertenecían el cielo, la tierra y los hombres del mismo. Además estaba casado con la diosa solar de Arinna. Escoge a los reyes que gobernarán a los hititas como en el caso de Labarna y tendrá a su alrededor un gran círculo de divinidades: su hija Mezulla y la hija de ésta, Ishtar, Telepinu, Zippalanda… Cada uno de ellos relacionado o bien con la tempestad o bien con el sol. Pero no sólo existían ellos en el panteón sino que ahí se daba cabida a una gran cantidad de dioses como Shulinkatte (de la guerra y peste), Katahzipuri (de la magia), Papaya e Ishdushtaya (de los infiernos), Arma (dios de la luna) y otros múltiples dioses y diosas de la tempestad y solares. La mayoría podían ser nombrados de dos formas diferentes: el nombre empleado entre los dioses o el nombre empleado entre los mortales. 
  Como se ha mencionado anteriormente la religión hitita era muy particular debido a que asimilaba dioses extranjeros. Una de esas influencias y quizás la más importante ocurre en este momento con los hurritas, de quienes adoptaron al dios de la tempestad Tesub y a su mujer Hepat (matrimonio igual al del panteón en tiempos del rey Hatusil I aunque sin la hija). Todo esto se conoce gracias a dos documentos siendo uno de Ugarit y otro de Hattusa; en ellos se hacen listas de dioses, quienes están enfrentados a las diosas, además de intentar establecer distinciones sociales entre ellos, habiendo dioses inferiores a otros. También consideraban divinidades objetos como mesas o estatuas o en relación con la geografía montañas y ríos. Sin embargo hay diferencias y controversias entre las dos listas como por ejemplo la citación de dioses de otros países o la deficiente explicación de algunos de éstos. 
  Este panteón hurrita es una copia del babilónico que pasará más tarde a formar parte de las divinidades hititas, siendo este hecho realizado a lo largo de finales del III milenio a.C. Se producirá un sincretismo en la religión hurrita alrededor de los templos de Tesub o dios de la tempestad, cuya situación geográfica explica su inspiración babilónica ya que se encontraban en la región norte de Mesopotamia. Algunos de los dioses adoptados son Ammunki o Kumarbi siendo este último el único que conseguirá perdurar en el tiempo; se relacionará la monarquía con alguno de estos dioses creando así la concepción de realeza divina que alternará con el cambio de dinastía. 
  Volviendo al panteón hitita es de destacar la función documental del santuario de Yazilikaya, dedicado a los reyes fallecidos; sus relieves en la roca permiten conocer más ampliamente las deidades del país de Hatti. En sus paredes se recrean dos procesiones de dioses cuyos atributos y rasgos propios delatan sus nombres: a la izquierda está la comitiva de Tesub quién está de pie sobre dos deidades montañosas, con una maza en la mano y al lado de un toro (su símbolo), su mujer Hepat que lo sigue de pie sobre una pantera, un hijo llamado Sharruma también de pie sobre un felino, dos diosas en forma de águilas bicéfalas y varias deidades femeninas más. Por otra parte en el lado derecho está otro dios de la tempestad de nuevo encima de dos montañas, Ea (de procedencia babilónica), Ishtar alada, el dios luna, el dios sol y otras deidades. Al final el desfile termina en el cielo y la tierra. Este orden en la procesión corresponde con las listas de los textos de la reforma religiosa de Tudhaliya IV en el 1250 a.C.: en ella se describe qué dioses deben ir antes y cuáles después, siendo el primero siempre el dios del cielo. 
  En el imperio nuevo hitita algunos de los documentos firmados por los reyes con otros países se redacta el nombre de determinadas deidades, que hacen de testigos de ese tratado y que más tarde pasan a formar parte del panteón hitita. Un ejemplo perfecto de ello por la gran cantidad de divinidades mencionadas es el tratado entre Muwatali y otro rey anatolio, donde se citan todos los dioses de la tempestad existentes en ambos reinos además de otros muchos dioses, cerrando el escrito la diosa del cielo o Hepat. Estos dioses son los que aparecerán con posterioridad en las listas encontradas en Hattusa y otras ciudades antiguas. 
  Pero, ¿cómo representaban a sus dioses los hititas? La solución se encuentra en estatuas, estatuillas y relieves. Normalmente al dios de la tormenta se le solía representar con bastante barba, el torso desnudo, una especie de faldón que le llegaba hasta las rodillas, un gorro de forma puntiaguda y varias armas (normalmente lanzas).  Otras veces se escenificaban batallas entre los dioses, se les encarnaba de pie sobre animales, en carros sustentados por otros dioses… o simplemente sentados en sus tronos. 

LOS MITOS 
  Como sus dioses los mitos hititas van a estar influidos por países cercanos. Uno de los más importantes y conocidos es el del dios que desaparece, siendo recitado en los templos como oración durante el culto. El mito consiste en que el dios de la fertilidad Telepinu desaparece (las razones de ello se desconocen por la pérdida del inicio de la narración), creando una situación totalmente negativa ya que los hombres y las mujeres no tienen hijos, los animales dejan de parir y el campo no da sus frutos. Ante ello el dios sol lo busca con ayuda del águila y el dios de la tempestad, aunque sin éxito. La diosa madre envía a una abeja en su búsqueda que lo encontrará dormido y le picará, despertando en Telepinu una gran ira que da lugar a más catástrofes; los demás dioses consiguen calmarlo mediante la magia y finalmente todo vuelve a la normalidad. El sentido de este relato es que las personas se percataran de cómo pueden los creadores destruir su propia creación (al igual que ha pasado a lo largo de la historia con literatos y artistas). 
  Otro mito recitado en el ritual del Año Nuevo describe la guerra entre el dios de la tormenta y un dragón. La primera batalla la gana el dragón y por ello el dios solicita la ayuda de las demás divinidades; ésta se fragua en la invitación de la diosa Inanna al dragón a un ágape. Estando allí el dragón la diosa solicitó la ayuda de Hupashiya, un mortal, para que atase a la bestia y con ello el dios de la tempestad pudiera darle muerte, siendo de este modo como ocurrieron los sucesos. El hombre como premio pudo irse a vivir con la diosa si respetaba la condición de no mirar por la ventana: por ella vería a su familia y sentiría un gran pesar. Finalmente rompió la prohibición y miró por ella muriendo al instante. Los hechos siguientes son desconocidos por falta de escritos. La simbología en este mito es abundante además de que este elemento de lucha entre un dios y una bestia es típico de otras religiones contemporáneas y posteriores a la hitita. El dragón que aquí es representado con poca inteligencia, es asesinado por el dios de la tormenta gracias a un mortal que es semidivinizado por ello. Sin embargo la misma diosa que hace posible este hecho liquida al hombre por mirar la ventana, prohibición con la que se busca que un simple mortal no pueda heredar la condición divina. 


LA TEOGONÍA HURRITA 
  La teogonía hurrita-hitita es conocida gracias a una serie de textos literarios muy fragmentados procedentes de la capital. Son las traducciones hititas de los originales hurritas que datan del final del imperio, sobre el 1300 a.C.
  Dicha teogonía es resultado de un pensamiento religioso sincretista maniobrado por los hurritas, quienes están en permanente contacto con Sumer y la Alta Mesopotamia dejándose influir por su pensamiento religioso. Aun así el concepto hurrita de las sucesivas realezas divinas está totalmente apartado del que tenían en la teogonía sumeria donde se distinguen jerarquías divinas. Por todo ello se piensa que bajo el cuadro teológico hurrita están las ideas sumerias de las cuales sólo se tomaron a los grandes dioses, olvidando a los locales, pasando a jugar un papel muy importante para la teogonía hurrita. Además todos los mitos del pueblo hurrita se localizan en la zona norte de Siria lo que determina sus antecedentes históricos; esto se debe a la existencia de ritos y lugares sagrados prehurritas (como el monte Caisus cerca de Antioquía). Otro aspecto en el que se ven reflejadas las influencias mesopotámicas en la religión hurrita es el de la “gigantomaquia” que antecede a la creación. 
  Los textos se agrupan en un ciclo de relatos en los que Kumarbi es su protagonista: es el dios hurrita principal, “el padre de los dioses”, aunque no se forman a partir de él la tierra ni el mundo. Ese hecho ha sido realizado previamente por los dioses primordiales hurritas, “los antiguos dioses”, divinidades casi olvidadas que se asemejan con las de la teogonía griega posterior; la emergencia de los dioses jóvenes aparta a los viejos y los condenan al infierno. 
  Regresando a Kumarbi, su historia comienza antes de que él hiciera acto de presencia en el mundo. Al principio el rey de los dioses era Alalu quién tenía un dios que le servía llamado Anu; al cabo de nueve años el sirviente se rebeló contra Alalu, venciéndole y obligándole a marcharse. Éste se refugió en el mundo subterráneo y allí se hizo con otro dios sirviente que se llamaba Kumarbi; de nuevo al finalizar nueve años de servidumbre Kumarbi ataca a Anu quién pretende huir al cielo. Pero su ex sirviente le agarra de los pies, le muerde los riñones y le lanza contra el suelo, situación que le parece divertida por lo que comienza a reír, a lo que Anu contesta diciéndole que estaba embarazado. Ante ello Kumarbi escupe los riñones que había masticado pero ya es tarde: la virilidad de Anu ya había hecho su efecto, provocando que después de un tiempo Kumarbi pariera tres dioses. No se sabe con exactitud qué pasó más adelante aunque se cree que, como en la teogonía griega, estos hijos se rebelaron contra su padre Kumarbi consiguiéndolo destronar. 
  Otro texto esencial para la teogonía hurrita es el conocido Canto de Ullikummi. En él se relatan las acciones realizadas por Kumarbi con el fin de arrebatar el poder al dios de la tempestad Tesub. Su primer movimiento fue untar con su semen una roca de dónde más tarde nacería Ullikummi, hombre hecho de diorita, que crecería hasta tocar el cielo sin el conocimiento del gigante Upelluri que sujetaba tierra y cielo desde el mar. Ante esta situación Tesub luchó contra Ullikummi sin éxito provocando la ira de este último, quién amenazó con destruir la humanidad. Todo el panteón se asustó por tales declaraciones y para ponerle solución acudieron a Ea. Éste a su vez acude al gigante Uperulli preguntándole si sabía que Ullikummi quería destronar al dios de la tempestad, ante lo que responde que no conoce nada, que ni siquiera sabe cuándo se elevaron cielo y tierra sobre él ni cuándo éstos fueron desunidos por un cuchillo. No estaba bien de la espalda y además desconocía qué dios había creado a Ullikummi. Cuando Ea volvió con los dioses les reclamó el cuchillo con el que se separó el cielo y la tierra; en cuanto lo tuvo en sus manos cortó los pies a Ullikummi (que pretendía asumir la realeza celeste argumentando que ésta había sido asignada por Kumarbi) y llamó a Tesub quién pudo finalmente derrotarlo. Si uno se introduce más en este mito encontrará en él rasgos arcaicos como la unión de un dios con una roca de donde sale un humano-roca, la existencia de un Atlas hurrita (en este caso llamado Upilluri) o la doble sexualidad de Kumarbi, propios de las primeras divinidades con historia conocida. Tesub sería uno de los hijos de Anu y el gigante rocoso que tocaba el cielo la columna universal. 
  Otro texto hurrita dicta una versión diferente a la anterior. Fue transmitida por Filón de Biblos y según él el primer rey de los dioses fue Elium quién se unió con Bruth dando lugar al nacimiento de Urano y Ge; éstos se juntaron creando a El quién se vio amenazado por su padre después de una bronca entre sus padres. Ante ello El expulsa a su padre y se proclama rey, llegando más tarde Baal al trono de una forma pacífica. Es una historia con ciertas similitudes con la descrita anteriormente, donde los nombres están cambiados: Elium es Alalu, Urano es Anu, El es Kumarbi y Baal es Tesub. Como ejemplo de que lo hurrita-hitita no sólo se dejó influenciar sino que también influyó está dicho mito, en el que los parecidos con la posterior teogonía fenicia son notables. 
  Esta teogonía al completo dibuja los combates entre los dioses por la soberanía; en ellos se encumbra al vencedor y se explica la estructura del mundo en esa época además de la condición de la humanidad a ojos de los hurritas-hititas. 

LOS TEMPLOS Y EL CULTO 
  El santuario hitita más importante en la actualidad debido a su estado de conservación es el de Yazilikaya, aunque existieron múltiples más como por ejemplo en la capital del imperio de Hatti. En Hattusa se desenterraron cinco grandes templos los cuales estaban formados por corredores, habitaciones para los sacerdotes y el dios y almacenes para las ofrendas. La habitación encargada de conservar la imagen del dios es llamada “cella”. Se conoce que a los cultos sólo podían asistir los sacerdotes y las élites sociales, y para visualizar la estatua del dios era todavía más complicado debido a que estaba reservado a muy pocas personas. Ante ello los fieles de rango social más bajo se debían conformar con los símbolos que igualmente representaban a los dioses. Las estatuas estaban sujetas a un riguroso control con varias leyes sobre su fabricación, conservación, atributos (cada dios poseía unos propios), etc. No sólo existían templos cerrados sino que se conoce también de la existencia de algunos abiertos. 
  En el templo al igual que en las demás religiones antiguas del Próximo Oriente o el norte de África (como Egipto) vivía físicamente el dios; de su manutención se encargaban los sacerdotes y sacerdotisas, quiénes cumplían unas estrictas reglas a la hora de cuidar la estatua del dios. Todos ellos se purificaban antes de realizar los ritos y por la noche asumían la protección del lugar mediante su cierre. Los cultos y fiestas eran constituidas en unas fechas inamovibles: en ellas habría una serie de actos cuya realización se describía con gran detalle para no haber errores de ningún tipo. Además cada templo (con divinidades diferentes entre sí) tendría su propio calendario de festividades religiosas. 
  El templo hitita constaba de un patio central normalmente porticado y rodeado de cámaras con una puerta monumental y la habitación del dios al fondo. Los materiales de construcción empleados para el levantamiento de muros y terrazas consistían en adobe y madera, siendo en los primeros donde se hallaría una característica propia hitita en los templos: la abundancia de ventanas que daban al exterior. Las divinidades de los cinco templos que se han encontrado en la que otrora fue la capital del gran imperio se desconocen; tampoco se sabe si poseían tierras y/o ganado. Como se ha mencionado anteriormente los templos disponían de almacenes por lo que se conoce que recibían tributos, que en determinados casos llegaban incluso a afectar al monarca. Dentro del recinto había un espacio reservado para el servicio a los sacerdotes (tanto en los rituales como fuera de ellos) y otro para los músicos que intervendrían en las ceremonias. Allí se daba cabida también a artesanos. 
  El templo más grande de todos es el del dios de la tormenta y de la diosa del sol. Está rodeado de almacenes y archivos y su construcción se realizó en el centro de la ciudad. Consta de un edificio rectangular con un pórtico de entrada, seguido de un gran patio enlosado con un pozo de abluciones (o lavados rituales) y otro pórtico al fondo. Todos los rituales tenían lugar en la cella. 
  En Yazilikaya se han excavado tumbas que argumentan la idea de que en ese mismo lugar se enterraron a los miembros de la corte real hitita como Tudhaliya IV. 

Relieve del templo de Yazkilikaya 

RITOS 
  Uno de los ritos hititas más antiguos es el de la purificación del ejército. Para ello se sacrificaba a un hombre, un perro y un macho cabrío y después se obligaba a los soldados a caminar entre las dos mitades de los sacrificados. 
  La mayoría de los ritos se conocen gracias a los relieves como el de Alaca-Höyük (s.XIV a.C.) o Firaktin (1270 a.C. donde se reconoce al rey Hatusil III haciendo ofrendas al dios Tesub o dios de la tormenta). 

ADIVINACIÓN Y MAGIA 
  La adivinación hitita se fundamenta en los oráculos, sueños, profecías o incubatio de los sacerdotes. Los métodos consistían en el sacrificio de un animal y la examinación de sus vísceras, la observación de los astros y del vuelo de las aves o el echar a suertes. También se fijaban en el comportamiento de serpientes y peces para la adivinación. Todo ello junto con la gran cantidad de textos hititas encontrados relacionados con la magia y la adivinación da pie a pensar que la vida de sus pobladores (incluyendo las clases altas) estaba regida por las creencias mágicas. De nuevo sus influencias hacen acto de presencia ya que varios de sus rituales mágicos estaban cimentados en otros de procedencia mesopotámica, luwita, hurrita, asiria y de otros pueblos de la península anatolia. 
  Las personas que se encargaban de este tipo de rituales solían ser las sacerdotisas y no tanto los sacerdotes; pensaban que la magia era de origen divino, que cada vez que era realizada los dioses acudían en persona para atender las peticiones de sus súbditos. Es decir creían que la magia había sido enseñada a los hombres por los dioses. 

EL MONARCA HITITA EN LA RELIGIÓN  
  La realeza hitita considera al rey como detentador de un poder especial procedente de su particular relación con el panteón divino. Es una concepción que dominó en el antiguo Oriente Próximo. El país pertenecía al dios de la tormenta quién delegaba su poder en el monarca lo que convertía a éste en el escogido por dios. Con este argumento el rey Anitta se hizo favorito del dios de la tempestad y el rey Hatusil I del dios solar: eran los sacerdotes principales de dichos dioses y por ello debía estar diferenciado de los demás mortales. Sin embargo cuando los reyes morían éstos no ascendían a la categoría divina ni tampoco eran adorados aunque sí que hubo cierto culto a los monarcas fallecidos en las capillas de palacio. 
  Cuando un rey moría se celebraban los ritos fúnebres que al igual que el mantenimiento de las estatuas de los dioses en los templos, estaban absolutamente fijados. Estas ceremonias servían al difunto como tránsito entre la vida terrenal y la vida celeste, le permitían desplazarse al cielo en compañía de los dioses. Es por esta razón por la que debían asistir en vida a las fiestas y rituales que se celebraban, ya que se creía que de esta forma se ganaba el favor de los dioses para permanecer en la eternidad con ellos. A las ceremonias (incluyendo el funeral) debían asistir también la familia real y los altos mandos militares. 

EL CULTO PRIVADO 
  La plegaria fue la principal recitación de los fieles hititas. Se pretendía otorgar la bendición y protección divina sobre la monarquía o sobre el reino en general, por lo que va a desempeñar un papel fundamental en la religión de Hatti: con ella se conseguía la sumisión y lealtad del pueblo a la realeza y a los templos y sacerdotes. 
  Las amenazas y desgracias que asolaban al imperio hitita se pensaban que eran por culpa del rey, quién había pecado contra las divinidades y éstas enfurecidas se habían alejado del monarca y del país, dejando todo desprotegido. Para ello existía un remedio: la plegaria de confesión de los pecados y el arrepentimiento por tales actos. 

RELIGIÓN EN LOS REINOS NEOHITITAS


Estados neohititas conocidos

 Aunque el imperio hitita desapareció la religión profesada en él sobrevivió en los reinos neohititas. Muestras de ello son los relieves de la ciudad de Malatya, cerca del Éufrates, dónde se representa a los reyes ofreciendo sacrificios a los dioses, quienes se asemejan en gran medida al vestir de los de Yazilikaya. Las divinidades representadas son muy conocidas sirviendo como ejemplos la aparición del dios de la tempestad o el dios sol. Además en estos relieves se relatan batallas mitológicas como la que enfrentó al dios de la tormenta contra una serpiente. 
  En otros relieves en Karkemish, también cerca del Éufrates, las figuras de los dioses están nombradas pero son reconocibles ciertas deidades como Tarhunza o dios de la tempestad,  Ishtar,  Kubaba e Inara (las más antiguas divinidades hititas, mencionadas anteriormente). La diosa Kubaba durante este período sería la divinidad principal. Más tarde se encuentran documentos reales en reinos como el de Tabal en el s.VIII a.C. donde se describe que el monarca adoraba al dios Tarhu (dios de la tempestad de la época imperial hitita aunque también dios de la vegetación), cuya representación se halla en un relieve en Ivriz acompañado por racimos de uvas y espigas. 

  La religión hitita ha sido una de las más estudiadas del Próximo Oriente Antiguo. La cantidad de documentos y escritos hititas encontrados en los que se habla de su propia religión son abundantes, por lo que gracias a ellos los investigadores e historiadores de todo el mundo han podido adentrarse mucho mejor en este mundo tan interesante. Mundo que otrora fue parte de uno de los imperios más poderosos de esta zona de Asia, pero con características propias: aquéllos territorios conquistados y con un panteón diferente (o con nombres diferentes de los dioses) no eran desolados en el plano religioso, sino todo lo contrario. Los del país de Hatti crearon un modélico sincretismo con todos los pueblos y ciudades que llegaron a gobernar, no sólo respetando todos sus dioses, ritos, ceremonias y cultos, sino también adorándolos y pasando a formar parte de esas religiones. Algo que en la actualidad no es ni siquiera imaginable que se pueda concebir, o por lo menos no con las tres principales religiones monoteístas del planeta (judaísmo, cristianismo e islam), cuyas diferencias han intentado a lo largo de la historia argumentar la superioridad o la infidelidad de unas u otras con respecto a dios. 
  Volviendo a la religiosidad hitita es evidente que el paso del tiempo ha hecho perder gran cantidad de material valioso, que podría resolver la mayoría de las dudas existentes sobre varios aspectos de la religión como los mitos (tanto el inicio como el final de casi todos ellos se desconocen), ritos, dioses, cultos… Aún con todo ello no se puede echar toda la culpa sólo al tiempo, que por otra parte no puede tener culpa de nada ya que no es un ser viviente, sino que también habría que citar la poca cantidad de recursos que se emplean hoy en día para las excavaciones y la arqueología en general. Es decir para conocer el pasado de la humanidad, para saber cómo ésta dio sus primeros pasos hacia la creación de civilizaciones y Estados, cómo se engrandecieron hasta llegar a un punto que no volverían a alcanzar y finalmente cómo fueron decayendo hasta extinguirse. Pero emplear la palabra “extinguir” para un pueblo lo considero por mi parte incorrecto; si por algo se puede distinguir la mayor parte de la sociedad actual es por su heterogeneidad, tanto en cultura como en religión, política, economía… siendo en la parte de religión donde coincide con la sociedad hitita ya que también aceptaba otras religiones. De manera que nuestra sociedad está formada por todas las anteriores, las cuales sirven como punto de arranque hacia metas más grandes que sin su ayuda habrían sido imposibles ni siquiera de soñar.  



Relieve donde aparece como figura central el dios Teshub, dios de la tormenta 




Por Perro Gritón. 


BIBLIOGRAFÍA 
-Blázquez, José María; Martínez-Pinna, Jorge; Montero, Santiago (1993). Historia de las religiones antiguas. Oriente, Grecia y Roma. Cátedra. Madrid. 
-Córdoba Zoilo, Joaquín (1994). Historias del Viejo Mundo. Los primeros Estados indoeuropeos. Historia 16. Madrid. 
-García Morá, Félix (). Atlas histórico del Próximo Oriente Antiguo II. De la etapa imperial al mundo persa. Madrid. 
-Garelli, Paul (1982). El Próximo Oriente asiático. Desde los orígenes hasta las invasiones de los pueblos del mar. Labor. Barcelona. 
-Puech, Henri- Charles (1989). Historia de las Religiones. Vol. 1: Las religiones antiguas. Siglo XXI. Madrid. 
-Suárez Fernández, Luis (1967). El imperio hitita. Moreton. Bilbao. 

Comentarios

  1. Me parece muy interesante éste blog muchísimas gracias por mencionar la religión de los Hititas llevo días buscando información relevante.

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  2. Hasta el momento el texto más completo que he encontrado de los Hititas, muy útil.

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