𝗡𝗼𝘀 𝘃𝗮𝗺𝗼𝘀 𝗮 𝗹𝗮 𝗰𝗮𝗰𝗮, 𝗾𝘂𝗲 𝗻𝗼 𝗮 𝗹𝗮 𝗺𝗶𝗲𝗿𝗱𝗮. VOL. III: Los coprófagos

Que las Humanidades están de capa caída no es algo que no sepamos, llevan así siglos y aún así siguen sobreviviendo. Cuando nos preguntamos el por qué, lo más fácil es recaer en ese tópico de "hay que cambiar la sociedad" pero, ¿de dónde parte el objeto de estudio del humanista? El problema no creo que sea ese, creo que más bien nos interesa mirar al tiempo pasado desde el presente. Mientras el campo de las Ciencias Naturales y Formales se interesa por el teórico avance del conocimiento, los humanistas somos más clasistas que los señores con monóculo y bigote de las películas de los hermanos Marx.

No soy una autoridad ni tampoco pretendo serlo. Soy un humanista convencido, no en vano acabo una carrera de humanidades y no me resisto a emprender otra sólo por aprender cosas nuevas que no sé. Soy Profesor de Secundaria y Bachillerato que ejerce de pleno derecho en la Educación Pública. Se me han concedido las especialdiades de Historia, Historia del Arte, Música, Filosofía o Cultura Clásica (sin haber hecho todos los grados), colecciono y leo libros impresdindibles para mis saberes y trato de memorizarlos de manera concienzuda, ¡incluso colecciono algunos facsímiles que estudio con asiduidad y cuyos originales se remontan mil doscientos años atrás! ¡Hasta los años los escribo con letras! Y como está de moda eso de la titulitis, ¡me concedo un B1 en latín y un A1 en griego!... pero sólo tengo 30 años y carezco de padrino que me facilite la "ad autoritatem".

Sinceramente, creo que el profesor famoso por su comentario en LinkedIn tiene razón en gran parte de lo que dice, ¿pero quién tiene la culpa? ¿Por qué trunfa la Divulgación (hacia el vulgo) por encima de la Investigación (la búsqueda)? Creo que le pasa lo mismo que le pasó a las vanguardias cuando surgió el pop y el rock, sólo parecían ser entendidas por aquellos mismos que las elaboraban. El aprendizaje debe ser gradual y algunos enanos subidos en diccionarios o "en espaldas de gigantes" son suficiente autoridad para creerse que por el hecho de que nadie más que otros a su igual altura les entiendan, son los únicos capacitados para hablar. Cierto que quizá la culpa esté en la educación temprana, no lo niego, ¿pero qué le vamos a hacer si las últimas generaciones ya están aquí? ¿Hablarles en indoeuropeo o en una lengua edénica que ni siquiera nosotros acabamos de comprender? ¿No es acaso más importante que el contenido sea de calidad y veraz independientemente de quién lo escriba?

Ya pecamos de Ad Autoritatem, no caigamos también en Ad Hominem. Dejemos de comer nuestras propias heces y permitamos la difusión real del conocimiento quitando la grandilocuencia, la purpurina y, sobre todo, la caspa. Bajemos de los diccionarios y tendamos las manos a aquel que simplemente quiere aprender.