El mito del Grial como elemento unificador de la cristiandad
Este artículo es un pequeño adelanto del libro sobre el Grial que estoy realizando. No debe considerarse el contenido de este artículo como la totalidad de la información relatada, pues si el libro cuenta con más de cincuenta páginas en en la actualidad, el artículo sólo presenta un minúsculo porcentaje de la información tratada. En la publicación original, se entra en mucho más detalle en la historia de "los griales", en cómo se construyen y divergen los mitos de cada uno de ellos, en la evolución del significado, etc.
El mito del Grial como elemento unificador de la
cristiandad
Resumen
A pesar
del paso de los tiempos, el “grial” sigue siendo objeto de atención de la
historia diferentes medios (literatura, cine, televisión, etc). España cuenta
en su haber con tres objetos que se denominan popularmente “griales”, ¿pero por
qué se sitúan aquí y cuáles podrían ser los intereses históricos que hay detrás
de ellos? En este laborioso trabajo se pretende esbozar una hipótesis que
vincula los tres objetos como asidero mítico contra el paganismo en un momento
muy concreto y convulso de la cristiandad: los siglos centrales de Eretismo y
Reconquista (IX-XII).
Palabra
clave: grial, unidad, España, Europa, Camino de Santiago.
The Grail myth as a unifying element of Christianity
Abstract
Despite the passing of time, the
"grail" continues to be the object of history's attention in
different media (literature, cinema, television, etc.). Spain has three objects
called "grails", but why are they located in Spain and what could be
the historical interests behind them? In this work, I pretend to elaborate how
the three objects are a mythical support against paganism at a very specific
and convulsive moment in Christianity: the central centuries of Eretism and
Reconquest (IX-XII).
Keywods: grail, unity, Spain,
Europe, Camino de Santiago.
1. INTRODUCCIÓN: MITO Y LOGOS DEL GRIAL
El origen lingüístico y mítico de “grial”
El Grial convive en el
imaginario colectivo: mitos, relatos, libros, películas… han convertido esta
palabra -grial- en un cuenco, en un cáliz, en un vaso, en la idea de matriz,
etc. Sin embargo, la primera vez que el
término “grial” entra en el acervo lingüístico lo hace desde la “lang d'Oc” es
decir, desde un primitivo francés, una lengua romance que permitía a pueblo
llano, clérigos y reyes ser entendida por igual[1]. Es en
el relato de un trovador que servía en la Corte de Champaña y es considerado en
la historia de la literatura francesa como el primer novelista francés[2]. Siendo
casi toda su vida una serie de conjeturas creadas desde la lógica de una época,
conocemos realmente poco de su persona y lo que conocemos de él es gracias,
precisamente, al libro que nos ocupa: Percival o la historia del Grial[3].
El
libro (aunque quizá sea más correcto decir “la prosa” o “el canto”) está
dedicado a Felipe de Alsacia, conde de Flandes que vivió entre el 1143 y 1191;
sabemos que Chrétien estuvo a su servicio pues él mismo lo referencia en el
prólogo[4].
La primera incógnita en torno al significante “grial” surge en el hecho de que
Troyes abandona historia justo en el “nudo”. El hecho de saber para quién
trabaja, así como saber que otros relatos suyos sí están concluidos, nos
permite delimitar las fechas en las que se elaboró este poema. ¿Por qué podría
haber culminado otros relatos de menor calidad y precisamente este no?
Seguramente el autor escribió este relato de Perzeval antes de fallecer allá
por el año 1180 (Sierra, 2018) . Es en este instante cuando el término
grial (o graal en el relato original)
se “crea” como significante pero sin dotarle de un significado. Al articular
ese término no nos dice qué objeto es, da algunas características que presenta
pero no describe qué es el objeto en sí (¿una copa, una espada, un mineral…?)[5].
Pero
aun siendo el primero, el grial de Troyes no será el más conocido de todos;
aproximadamente once años después el minnesänger
Wólfram von Eschenbach escribió una nueva versión del relato de Parzival pero,
a diferencia de Troyes, lo concluye con un final que modifica la naturaleza del
grial[6]
y un nuevo marco geográfico para su Parzival: la montaña de Monsalvat. Sin duda
alguna lo más interesante para este escrito no radica en la supuesta ubicación
del poema épico, ¡Eschenbach nos relata en el prólogo que la leyenda de
Parzival no es original de Troyes, sino que se trata de un relato originado en
la Península Ibérica!
Pero
para que el “grial” signifique “copa de cristo” aún nos quedaría conocer un
relato más. Robert de Boron (nacido probablemente a finales del XII) será
quien, sabedor del relato de Troyes, escriba su Joseph d'Arimathe. Borón
dirá que el grial no es más ni menos que el cáliz en el que Cristo ofició en la
mesa y dio a beber a sus discípulos y en el que, tras la crucifixión, José de
Arimatea recogió la sangre del Salvador. Este relato nos alejaría del
Montsalvat de Eschenbach, pues el grial habría llegado a las manos del mítico
Rey Arturo y, por tanto, estaría ubicado entre las actuales Inglaterra, Escocia
e Irlanda (territorios que a su vez en la actualidad tienen sendos cálices).
2. DESARROLLO: VERBA VOLANT, SCRIPTA MANENT
¿Fueron
los relatos de Troyes-Eschenbach-Boron los que pasaron a la tradición oral
europea o estos autores sólo se limitaron a escribir sus propias versiones de
aquellos relatos que les llegaron desde la tradición oral -como afirma el
propio Eschenbach?[7]
Tenemos tres fuentes divergentes que acabarán por unificarse en un único relato
a finales de la Alta Edad Media: Troyes crea el significante “grial”,
Eschenbach lo sitúa en Hispania y Borón dice que el objeto es “la copa de
Cristo”. Desconozco si todos los cuentos del grial parten de un relato oral, de
uno escrito o se mixturan unos y otros (lo más probable), pero no es
descabellado pensar que todos ellos circulasen vía oral en la Europa medieval
y, a la par que se escriben nuevas versiones de los mismos (las que he citado
hasta aquí), los relatos sigan circulando hasta formar un metarelato que
vinculase todas las leyendas en una sola; así “el Grial es el Cáliz de Cristo y
se conserva en peligro de caer en manos paganas al sur de los Pirineos, esto
es, Hispania”.
2.1. El “logos” del grial. Contexto histórico de la Hispania del nuevo milenio
Es
bien sabido el miedo que se profesaba al nuevo milenio: el denominado “Terror
milenario” (arteguias.com, s.f.) confiere una época
de Beatos y Comentarios de un Apocalipsis anunciado por la llegada de infieles
y la destrucción de lugares sagrados[8].
Lógicamente ese “fin de los tiempos” nunca llegó y en agradecimiento y ofrenda
se construyeron numerosos templos en el emergente estilo románico (Ortega Cervigón) ; estilo que será
testigo pétreo de la convivencia entre cristianos y otras religiones que las
jerarquías eclesiásticas cristianas no veían con buenos ojos (Mostaza Prieto, 2019). Surgen las primeras
cruzadas con carácter de bula papal para “liberar los Lugares Santos de la
dominación pagana” (Somerville, 1972) . Asistimos a un momento convulso en el
que la cristiandad busca criterios unificadores contra los paganos (incluidas
aquí las herejías que surgen de la propia iglesia romana), una “cabeza de
turco” al que culpar. Una hipótesis interesante de carácter hegeliano-marxista (Collingwood, 2004) surge entonces en mi
análisis: la religión politizada ha sido uno de los criterios unificadores de
una “unidad orgánica cristiana” interpeninsular y protoeuropea.
Sin
contar con Constantinopla[9],
Hispania y el territorio franco fueron seguramente los focos de acceso de
paganismo y apostasía -términos de la época- más próximos del catolicismo
romano desde los siglos IX al XV: musulmanes, judíos, albigenses, frailes del
libre espíritu o dulcinianos son algunos ejemplos de creencias asentados en
estas regiones. No es casual que el mito
griálico se asiente en esta región fronteriza que es la vieja Hispania: el
grial (entendido como el cáliz en el que Cristo ofició su última cena) corre
peligro de caer bajo dominio pagano y por eso ha de ser protegido a toda costa
(motivación religiosa). El objeto obedece también una cuestión pragmática: la
unificación de las “coronas hispánicas” y “protoeuropeas”[10]
bajo la bandera de la cristiandad (motivación política que, por ejemplo, ya
había usado Carlomagno). Surgiría así la primera red de intereses europea: la
unificación de los territorios Católicos Apostólicos Romanos, como si de una
cruzada se tratase, para proteger la reliquia del mismísimo Cristo de las manos
paganas que existían en el sur de esa “protoEuropa”. Pero, ¿estuvo -o está- el
grial realmente en la Península?
2.2. Características comunes de los griáles hispánicos
Esta
pregunta tiene una respuesta ambigua. ¿Hay algún objeto que podamos denominar
“grial” en el sentido que le dio R. de Borón como “copa de Cristo”? Sí, aquí se
encuentran hasta tres de los doce que se conservan en diáspora por todo el
mundo. Pero si sólo hubo un Cristo, por muy numerológico que nos resulte el
doce en la cristiandad, ¿cómo es posible que haya doce recipientes? No es de mi
interés responder a esta cuestión, pero la numerología sí nos permite hesitar
de que, si existe un grial, éste es único (y no doce). Como adelantaba, tres
son los cálices hispánicos: el cáliz castellano-leonés y el cáliz
valenciano-aragonés (ambos datados en época romana, en torno al s. I), y el
cáliz galaico-cantábrico (datado en el siglo IX). Vemos pues que en los tres
casos el objeto “griálico” cristianizado, es decir, el recipiente en sí en el
que ofició Cristo, precede a los primeros relatos en los que se habla de un
objeto denominado “grial” Troyes (1180) y Eschenbach (ca. 1190) y por ende
estos -sobre todo Eschenbach- pudieron tomar estos cálices hispánicos, así como
las narraciones que llegarían al atravesar los Pirineos, como inspiración para
sus historias. No es de mi interés explayarme en cada uno de estos objetos
individualmente[11],
sino dar a conocer algunas de sus características comunes que favorezcan a esa
hipótesis de objetos unificadores de reinos cristianos.
2.1.1. El Camino de Santiago
La
primera característica común es que nuestros tres cálices se ubican en la
Península, pero además de ello los tres recorren en su legendario peregrinaje
algunas estaciones clave del Camino de Santiago Frances en su ramal jaqués:
Jaca, San Juan de la Peña, León, las Merindades burgalesas u O Cebreiro tienen
fama de albergar, en algún momento de su historia, “El Grial”. Si estos lugares
ya de por sí son claves por su propia leyenda respecto a sus respectivos cálices,
imaginemos que todos ellos se ubiquen en pleno Camino de Santiago, un camino
que, según relata el Doctor Barreiro Rivas
(2002), servía como espíritu de cruzada y reconquista. Si trazamos en un
mapa de España una línea por el ramal de Jaca del Camino de Santiago Frances y
otra por algunos de los mencionados enclaves griálicos (Jaca, San Juan de la
Peña, San Pantaleón de la Losa, León u O Cebrerio)[12]
comprobaremos, no sin cierto asombro, que los trazados discurren en paralelo o
incluso convergen en algunos puntos. No es tan inocente pensar que se usase el
Camino de Santiago como salvaguarda Cristiana del (o los) objetos sagrados. Ni
tampoco es de extrañar que un ideario sirva para la unificación de un
territorio (bien por cuestiones políticas, religiosas o de índole que fueren).
Los Reyes Católicos emplearon la expulsión de los judíos de 1492 para
“unificar” bajo una religión sus posesiones o, de otra naturaleza, la figura
del rey Victorio Emanuel se empleó para la unificación italiana. “La historia
no se repite, pero rima”.
El
problema mayor que nos ofrece esta hipótesis es de contenido
cronológico-geográfico, pues cada uno esos supuesto griales se ubicó en su sede
actual en diferentes momentos históricos: el grial castellano-leonés llega a
manos de Fernando I de León y Castilla en torno a 1055 tras las relaciones de
interés con el emir de Denia (Torres Sevilla;
Ortega del Río, 2017, pág. 129), el gallego no aparece documentado hasta
el milagro que aconteció sobre el año 1300 (Fernández, 2014, pág. 14) y el
valenciano-aragonés abandonó San Juan de la Peña en 1399 a petición del monarca
martín I “el humano” a cambio de otro cáliz empedrado (Atienza, 1988, pág. 76) [13].
No por esto podemos descartar la hipótesis establecida pues las primeras
peregrinaciones a Santiago datan del siglo IX, poco después del descubrimiento
de la supuesta tumba apostólica.
2.1.2. La Dinastía Navarra como origen común
Una
segunda característica de todos estos caminos griálicos se da en las
vinculaciones monárquicas-familiares. Ruego al lector que concentre su atención
o trace un árbol genealógico[14]
para no perderse entre fechas y nombres. Fernando I de León (1037-1066), quien
contrae matrimonio con Sancha de León (ca. 1013- 1067), será el encargado de
cambiar en 1063 la consagración del templo de S. Pelayo a San Isidoro de León
al trasladar los restos del santo desde Sevilla a León (Torres Sevilla; Ortega del Río, 2017, pág. 131) y con motivo de
tal solemne traslado, una de sus hijas, Doña Urraca (de Zamora), decide decorar
un cáliz que el sultán de la taifa de Denia había solicitado a Jerusalén por su
fama de milagroso y que ofreció como regalo a su “protector cristiano”[15]
Fernando I de León (es decir, el padre de Doña Urraca). Ya tenemos localizado y
testimoniado el primer cáliz[16],
el de San Isidoro.
De
esa unión entre Fernando I y Sancha de León nacerán Sancho II de Castilla
(1065-1072), Alfonso VI de León (1065-1109), García de Galicia (1042-1090), la
mentada Urraca de Zamora (1033-1101) y Elvira de Toro (1038-1099. Las andanzas
del cáliz de Valenciano-Aragonés se remonta a principios del Siglo XII cuando
otra Urraca, Urraca I de León (1081-1126), hija de Alfonso VI de León y sobrina
de Urraca de Zamora se desposa en segundas nupcias con Alfonso I “el
batallador” de Aragón quien, a su muerte, será enterrado en la capilla de San
Bartolomé de San Pedro “el viejo” de Huesca. Esta capilla parece labrada por el
mismo maestro de San Juan de la Peña (Atienza, 1988, pág. 28) . La coincidencia es
harto complicada pues es una cuestión meramente estilística pero, como ya hemos
visto, San Juan de la Peña y San Pedro “el viejo” tienen cierta tradición
griálica. No podemos asegurar una relación directa porque no hay ningún
documento que lo acredite[17],
pero el mito coincide en espacio y tiempo con, de nuevo, los herederos de la
dinastía de Fernando I.
El
último de la lista es el grial de Santa María do Cebreiro, materialmente muy
posterior en el tiempo a los descritos anteriormente (s. IX) pero cuya
vinculación también es conveniente si atendemos que en el reparto de las
posesiones a la muerte de Fernando I le lega a su hijo García los territorios
de Galicia (tierra que le será arrebatada por su hermano Sancho II de Castilla,
el a la vez tío de Urraca de León). Es decir, el siglo XI será testigo de cómo
un linaje heredero de Fernando I de León se reparte entre sí tres de los
territorios con “marca gríalica”: Sancho II, hijo de Fernando I, toma Castilla[18] (grial castellano-leonés); Urraca de León,
nieta de Fernando I, se casa con el regente de Aragón (grial
valenciano-aragonés) y García, hijo de Fernando, hermano de Sancho y tío de
Urraca de León, recibe Galicia (grial galaico-cántabro). Todos los griáles peninsulares
cuentan con sus “lazos de familia”; todos por debajo de los pirineos en lo que
podríamos denominar, no sin cierto anacronismo, coronas hispánicas.
2.1.3. La nomenclatura de paisajes y tierras
Por
último y de forma anecdótica hay una circunstancia que tampoco debe resultarnos
ajena. Como apuntan Sierra (2018) o Atienza (1988), algunas nomenclaturas y
topónimos peninsulares aluden sin disimulo a una etimología griálica: Criales
de Losa en Burgos, Calcena en Zaragoza, Graus en Huesca, Cuenca o la misma
comunidad de Galicia encubren de una forma u otra la idea de “grial”, “cáliz
(de la cena)” o “cuenco”.
3. CONCLUSIONES
En ningún momento doy validez (ni la niego) a ninguno de
estos tres cálices como aquél en el que Cristo y sus discípulos bebieron en la
última cena, pero sí hemos corroborado como existen algunas circunstancias
comunes que ubican cronológica y espacialmente el “caliz” en Hispania; sean
éstas de carácter mítico, político, religioso o nominal.
En definitiva, si bien el mito griálico podría surgir como
una tradición oral en el s. IX, no será hasta el siglo XI con los herederos de
Fernando I de León y Castilla cuando se comienza a asentar el mito griálico en
la Península, para atravesar después los Pirineos por el Camino de Santiago
Francés de Jaca, hasta “documentarse” finalmente en el siglo XII de la mano de
Troyes. Todo parece encajar a la perfección aunque, como siempre que ocurre
cuando se habla del Grial, sólo tenemos las “demasiadas casualidades” frente a
las “causalidades” que conforman la Historia. Esto, de momento, es una historia
(en minúscula) que no puede ser Historia (en mayúscula). Desde luego si non
vero, é ben trovato.
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TROYES, Chrétien (s.f.), Historia de Perceval o el cuento
del grial [ebook]. Librodot.com
Cáliz de O Cebreiro |
Cáliz de San Isidoro |
Cáliz de Valencia |
[1]En el lenguaje escrito la lengua culta
tradicional era el latín.
[2]No es de extrañar este motivo, es uno
de los primeros escritores que reintroduce el viejo truco de la poesía homérica
en la literatura occidental: el viaje iniciático del héroe o el “monomito” como
lo denominada Joseph Campbell en El héroe de las mil caras (Campbell, The hero with a thousand faces, 1949).
Cabe menciona también que el psicólogo describe también el mito del grial
través de la historia -remontándolo a la prehistoria- (Campbell, La historia del Grial. Magia y misterio del mito artúrico,
2019) ,
pero al centrarse en la vinculación Europea-Irlandesa reduzco su contenido en
este trabajo al simple conocimiento del mismo.
[3] La versión que leí en el año 2014 fue
TROYES, Chrétien de, Historia de Perceval o el
cuento del grial, Librodot.com, s.f.
[4] “Por tanto, no caerá en saco roto el
esfuerzo de Chretién, que se afana en rimar por orden del conde (Felipe de Flandes) la mejor historia
que se haya narrado en corte real: es el CUENTO DEL GRIAL, cuyo libro le dio el
conde. Oíd cómo se las arregla” (Troyes)
[5] “Una doncella, hermosa, gentil y bien
ataviada, que venía con los pajes, sostenía entre sus dos manos un grial.
Cuando hubo entrado con el grial que llevaba surgió tal resplandor que al
instante perdieron su claridad las candelas, así como les ocurre a las
estrellas cuando se levanta el sol o la luna (…). El grial, que iba delante,
era de oro fino y puro, y tenía piedras preciosas de muchas clases, de las más
ricas y caras que se hallan en la tierra y el mar. Las del grial superaban sin
duda alguna todas las demás piedras”. Cabe destacar aquí que también se
presenta una lanza que mana sangre, si conjuramos cristianamente el título del
capítulo, la idea del grial como cáliz de cristo y la lanza como la propia de
Longinos, es nuestra propia imaginación la que idea qué se narra (Troyes) .
[6] Para el autor será una piedra mágica
caída del cielo que, al igual que el cáliz, estaría dotada de una luz cegadora.
Dado que este detalle es secundario para la hipótesis del artículo, se ha
optado por no dar importancia al objeto en sí mismo.
[7] En Mostaza Prieto (2017) se describen algunas
características de la transmisión oral como el beneficio o disfunción de
transmutarse cada vez que se relata.
[8] A este respecto es muy interesante la
vinculación que el Dr. Barreiro Rivas (2002)
hace entre las peregrinaciones, las cruzadas y el Beato de Liébana.
[9] Que sería cristiana hasta más allá del año juliano de 1453.
No obstante sería un cristianismo oriental independiente de la Iglesia de Roma.
[10] No es correcto empleo de los términos
“Coronas Hispánicas” y “protoeropeas”, ambos anacrónicos. Ni las diferentes
Coronas de la Península Ibérica estaban unificadas ni la idea de Europa se
había fraguado aún. Si se emplean es porque, bajo mi propio criterio, pueden
facilitar al lector la comprensión.
[11] Para un conocimiento más exhaustivo
recomiendo al lector acudir a los tomos que yo he seguido para la elaboración
de este escueto artículo. Estos son Beltrán
(1984) para el grial valenciano-aragonés, Torres Sevilla y Ortega del Río (2017) para el caso
castellano-leonés, Fernández (2014) para el
galaico-cántabro, y Atienza (1988) para
una visión más general.
[12] Podemos incluso clasificarlos bajo
“provincias griálicas”. Jaca o San Juan de la Peña pertenecerían al camino del
Grial valenciano-aragonés; San Pantaleón o Criales pertenecerían al camino del
grial castellano-leonés y O Cebreiro al camino del grial galaico-cántabro. Al
elaborar esta agrupación a la que recurrentemente acudo, me surgió la duda de
unificar los territorios gríalicos de Castilla y León, Cantabria y Galicia en
un solo, lo cual no es descabellado al pensar que Las Merindades -zona cargada
de mitos griálicos- (Atienza, 1988) , es territorio fronterizo entre
Cantabria y Castilla y León. El motivo por el cual no lo hice es por no
descartar la propia tradición del cáliz gallego, que, aunque posterior
cronológicamente a los otros dos, comparte las similitudes que conforman la hipótesis
de este trabajo (ontología del grial gallego, nomenclatura, lazos familiares y
Camino de Santiago).
[13] No será hasta 1437 cuando Alfonso V
“El Magnánimo” lo deje “en depósito” a la catedral de Valencia. Ésta había
solicitado al cabildo de la Sta. Iglesia Catedral un préstamo aproximado de
tiento treinta y siete mil sueldos para financiar sus campañas militares en
Nápoles y dejó como fianza el cáliz. Sabemos que el cáliz permaneció en
Valencia desde entones -a excepción de un viaje a Las Balerares para protegerlo
de las Guerras Napoleónicas-, lo que nos hace suponer que el préstamo jamás fue
devuelto (aunque gracias a ello la Catedral conserva el cáliz en la
actualidad).
[14] Puede localizar uno en el ya citado Torres Sevilla; Ortega del Río (2017, págs. 124-125)
[15] “Protector” porque con ello se
pretendía fomentar una amistad entre el reino de León (que no cesaba en
aumentar su poder) y la taifa de Denia (que necesitaba de protección ante el
ataque de otras taifas o reinos cristianos). Para entrar en estos detalles,
recomiendo encarecidamente la lectura de Torres
Sevilla; Ortega del Río (2017).
[16] El cáliz leonés está documentado en un texto árabe datado a
finales del XII hallado en la Biblioteca de Al-Azhar (Torres Sevilla; Ortega del Río, 2017, págs. 102-114). Esto no
quita importancia a otros relatos, simplemente pretendo señalar la existencia
de este documento frente al relato según el cual S. Lorenzo trae a Hispania el
cáliz valenciano.
[17] Tampoco podemos olvidar que este
grial pretende retrotraerse al 258 cuando San Lorenzo era diácono del papa
Sixto II y éste le ofreció el cáliz para protegerlo en tierra de sus padres
(España), datos que tampoco están documentados.
[18] Y posteriormente Galicia al
arrebatársela a su hermano García.
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