¿Y si arte es algo más que morirse de frío?



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¿Y si arte es algo más que morirse de frío?

Nunca olvidaré mi primera clase de Historia del Arte en el Instituto Zorrilla con Jose María Álvarez Maestro, el hombre era arte por sí mismo. En su primera clase nos lanzó la pregunta que hoy trataremos de responder aquí: ¿qué es el arte? “Es una creación bella”, “es una obra que produzca deleite de cualquier tipo”, “es una obra que haya sido recocida por la historia como tal”… No, no y otra vez no. La respuesta de Chema (así le llamábamos) fue contundente, “el arte es morirse de frío”[1].
Y así empezó mi andadura por el arte, desembocando años más tarde en el interés por la filosofía del arte (estética) cuando llegué a la Universidad por segunda vez; esta vez el alumbramiento se produjo gracias a Sixto José Castro y Lourdes Otero León. Pero como esto no es la perorata de mi vida académica sino un acercamiento acerca de que se ocupa el Arte, continúo con la problemática que nos ocupa. En la Universidad descubrí que Chema tenía razón, la definición de arte va más allá de sí misma, Platón la dotó de un aura metafísica que, si bien el arte del siglo XX ha conseguido desprenderse en gran medida, aún hoy pulula con fuerza en museos y memorias donde el criterio estético (belleza) es el único capaz de justificar la obra como “arte”. La paradoja llega cuando un individuo que reclamaba el Arte como bello también denominaba arte al Guernica, definiendo a éste como arte “no bello”[2]. Pero si el requisito que define al arte es la belleza, ¿cómo puede ser no bella una obra de arte si intrínsecamente debe ser bella por definición? De nuevo me di cuenta, la definición de qué es el arte no se ajustaba más allá de “tener mucho frío”.  Así abordaremos de lleno nuestro primer impasse, el problema al definir el arte.

1.      ¿Se puede definir el Arte?

Si a uno le preguntan qué es el arte parece tenerlo clarísimo ahora bien, no conviene pedir que te lo defina porque entonces surge el problema. Aquí surge un problema que, como no, la filosofía del lenguaje ha tratado desde el nominalismo medieval hasta el “segundo Wittgenstein”[3]: qué condiciones necesarias y suficientes per se necesita un individual para gozar de un criterio universal; es decir, atendiendo a un concepto absoluto o idea (como puede ser “belleza”), éste es identificado en una plasmación material (pintura) o inmaterial (música)[4]. Pasamos entonces del elemento esencial (esta obra es arte porque contiene la esencia de arte, aun cuando no sé cuál es ésta) al terreno metafísico (qué es la belleza para permitirme distinguir sus rasgos en esta obra de arte), en este proceso que nos lleva desde la esencia a la metafísica hemos pasado de la obra propiamente artística al terreno de la filosofía del arte, de la estética, la cual incluso evita definir el concepto para no cerrar su aura metafísica basado, ahora sí, en la esencia (se centra en las propiedades valiosas, cuestiones cognitivas, la actitud, la recepción, etc.).[5]
Las nuevas corrientes posmodernas (y lo escribo en prural, algo que cae precisamente en la paradoja de Rusell que relataré más adelante) suelen tender al antiesencialismo, evitan la definición artística (como hace desde mediados del siglo XX la estética); los motivos parecen ser claros: si evitamos limitar el concepto de “Arte” creamos una definición cerrada que, además, caería en el dialelo heurístico, esto es, si para definirlo empleo singulares que en sí mismos forman nuevos conceptos, caigo en el círculo vicioso de la definición infinita. Trataré de explicarlo aplicando la paradoja de Rusell según la cual un conjunto de particulares están implicados en una teoría de conjuntos. Pongamos el ejemplo que da la Real Academia Española del color “azul”, éste es, “dicho de un color: semejante al del cielo sin nubes y el mar en un día soleado”. Ahora comprobamos la definición que da de la palabra “cielo”, esta definición es “esfera aparentemente azul y diáfana que rodea la Tierra”. Como vemos la definición de “azul” contiene “cielo” y, a la vez, la definición de “cielo” se explica mediante el concepto “azul”. Si nos olvidamos de los universales y aceptamos la pluralidad de conceptos como “cielo” y más aún,  de “azul”, asumiendo sus múltiples posibilidades definitorias sin entrar a definir cuáles sean éstas, podremos dar el siguiente paso en la retórica filosófica, encontrar los paradigmas epistemológicos (métodos y fundamentos históricos, culturales, etc.) no ontológicos (propiedades del ser más allá de sí mismo) que pudiesen discernir el “azul” del “no azul”. Así, mientras Clive Bell considera al encontrar una cualidad común y peculiar a todo lo artístico nos permitirá llegar a distinguir qué es arte y qué no (búsqueda del criterio ontológico), autores como Ziff o Weitz consideran que no existen condiciones necesarias y suficientes, que sean universales a todas las culturas y sociedades, capaces de desarrollar una definición real de arte (búsqueda de un criterio epistemológico, aceptando la diversidad). Espero que me hayan seguido hasta este punto, sé que la pedantería ha podido acabar con ustedes, pero parafraseando a Wittgenstein, “nuestro lenguaje delimita nuestro conocimiento”. Retomemos la materia que nos ocupa, ¿cómo definir qué es arte? ¿hay que entender primero el concepto de arte o éste se puede asumir para hablar de qué es o no arte? Veamos las dos corrientes principales sustancialmente.[6]
La primera corriente es la de Morris Weitz, quien nos propone la teoría deductiva de los “parecidos de familia” de Wittgenstein para establecer que es una obra de arte; según la teoría de “parecidos de familia” aplicados al término “Arte”: una obra de arte α presenta la cualidad a (por ejemplo belleza), una obra de arte β contiene la cualidad a y también una cualidad b (pongamos gracilidad), una tercera obra de arte, obra de arte γ, muestra sólo la cualidad b… si aceptamos que la obra α es una obra de arte, la obra β lo es también y, a su vez, como la obra γ nos alude a una característica presente en β, dilucidamos que ésta es también artística. Pero esta definición de arte nos remite de nuevo a la parodoja del barbero (de Rusell), estas relaciones de familia crean una complicada red de singulares que al final desembocarán en un macroconcepto de arte (formado por todos esos singulares) donde la obra de arte α y la obra de arte ώ tienen poco que ver entre sí aunque ambas sean admitidas como artísticas.
Cuadro de texto: Ilustración 1. Parecidos de Familia aplicados al Arte

Cuadro de texto: Ilustración 2. "Brillo Boxes" de A. WarholPero ahora (y tras ver la Ilustración 1.) se nos plantea una incógnita más, ¿puede haber condiciones compartidas entre una obra de arte y una que no lo sean? Si admitimos este principio, ¿puede ser una obra de arte a la vez una no obra de arte? Arthur Danto llamó a esto “indiscernibles perceptivos” (dos obras aparentemente idénticas donde sólo una es arte). Danto nos propone las famosas “Cajas Brillo” de A. Warhol, una “escultura” que se presenta exactamente igual que unas cajas de detergente del supermercado; esta obra de arte (llamémosla obra de arte ώ) tiene la característica d (simbolismo) y además la característica z (útil[7]), mediando entre lo que es y no es arte. Es decir, si admitimos esta definición a priori cerrada (una obra de arte es arte sí y sólo sí la precede una que sí lo es), se nos deforma el concepto y se traduce en una definición tan amplia que se torna ambigua. Danto tratará de resolver el dilema justificando la obra de arte en el contexto de la cultura que se desarrolla, así algo será arte siempre y cuando la cultura a la que pertenece y ha pertenecido esa obra ha entendido esta como arte; es decir, para Danto la definición de arte es contextual y no esencial (un concepto universal de “arte”).
Otra corriente nos propone una definición abierta pero con trampa (al igual que la anterior). Si para Danto la definición de Arte se encierra a la cultura a la que pertenece, aun cuando resulte ambiguo discernir la frontera entre el arte y lo artificioso, Denis Dutton rechaza la definición cerrada y asume que hay ciertos criterios que permiten entender una obra de arte como tal incluso fuera de esa cultura, es decir, nos propone un concepto abierto que delimite la definición de arte a una serie de paradigmas.[8] Para Dutton, cuando hablamos del concepto de Arte de forma transcultural, debemos detenernos a reflexionar si con ello queremos decir que su arte es distinto al nuestro (aun cuando ambos son conceptos del macrouniversal “arte”), es por ello que propone ir más allá de la definición amparada en la cultura y sociedad y centrarse en el arte como “una colección de prácticas relacionadas que pueden ser conectadas en términos de analogías homologías entre todas las sociedades humanas conocidas” (Castro 2005, 23).

Danto
Dutton
La definición de arte en cultura
Significado y contexto
Prácticas análogas y homólogoas
Atender a
Cultura e historia
No hay que atender a la historia ni a la cultura
Evolución del arte
El arte es evocativo y necesario
El arte evolutivo como progreso
Cuadro de texto: Tabla 1. Tabla comparativa entre el análisis de Danto y Dutton

Parece ser que esta última interpretación del concepto de arte como “transcultural” ha primado más en la sociedad[9] pero, si suponemos el arte como practica transcultural inteligible, ¿cómo podemos definir arte de un modo comprensible por todas ellas? Berys Gaut nos propone transmutar “el juego de Wittgenstein”, los parecidos de familia, a su propuesta de “Arte como concepto racimo”. El concepto de “Arte racimo” facilita la incorporación de los “juegos de familia” en una definición abierta, que contemple a todas las culturas, pero sin partir de particulares que formen el concepto universal de arte (método inductivo en lugar del deductivo de Weitz). ¿Cómo funciona? En lugar de aceptar las propiedades a, b… como definitorias de obras de arte, da la vuelta al concepto y nos dice que las obras de arte son el producto de estas características y no de obras anteriores que tuviesen esas propiedades. Por ejemplo: una obra de arte puede tener la característica a (belleza), una obra de arte puede tener la característica b (gracilidad), ambas definen la obra de arte de forma autónoma, sin necesidad de que exista una obra previa que ampare a la nueva como “arte”, y ambas además se autojustifican sin necesidad de que una obra comparta ambas características. Esto permite crear un concepto amplio de arte en tanto y cuanto una de obra de arte se torna autónoma sin necesidades evolutivas de una obra anterior que la justifique, lo cual nos permite encumbrar como obras de arte nuevas obras de forma constante siempre y cuando cumplan alguna (no necesariamente todas) de las características que dictan qué es y qué no es arte.

Ilustración 3. Teoría del Racimo de Gaut
Gaut enumera hasta diez paradigmas no excluyentes que pueden presentar las obras de arte, diez creiterios o características presentes en una obra de arte: 1)poseer propiedades estéticas positivas, 2) ser expresivas de emoción, 3) ser intelectualmente desafiantes… (Castro 2005, 26).[10] Pero aquí me surge a mí, y espero que también le surja al lector, una duda que no queda resuelta: ¿esto no provoca una graduación del arte? Si una obra presenta tres de los diez puntos, ¿es menos que una que presente cinco? Si una presenta todos los puntos, ¿podría ser concebida como una obra total de arte? Gaut nos dice al respecto que, proponiendo él sólo diez, la teoría del racimo nos da realmente una serie de propiedades indeterminadas (aunque no resuelve cuán puede ser una obra de arte). En definitiva, para Gaut no se peude dar una definición de arte en términos de condiciones necesarias particularmente y suficientes en conjunto, más bien debe darse una definición desligada de la idea de “arte”. El concepto queda de nuevo demasiado abierto. Gaut añade a estas complicaciones además que dichos criterios o paradigmas artísticos no son individualmente necesarios para que sea arte, ¿entonces podría pensarse en una obra de arte que no tenga uno sólo de los paradigmas propuestos? Curiosamente el autor considera que no y, que aunque así fuera, el concepto racimo permitiría añadir nuevos paradigmas que justificasen esa obra como “obra de arte”, modificando así la lista indeterminada de paradigmas. Sí, Gaut suprime la dificultad de definir el arte como consecuencia de una obra anterior y nos dota de con concepto abierto, pero precisamente lleva al opuesto el término al intuir un “todo val siempre y cuando se pueda justificar en el criterio”. Caemos, pues, de nuevo en ese posmodernismo metahistírico y Cuadro de texto: Tabla 2. Comparativa del "Concepto racimo" y "Parecidos de Familia"transfuncional donde el concepto de “arte” es indeterminado.
Parecidos de Familia
Concepto racimo
Definición cerrada
Definición abierta
Método deductivo
Método inductivo
“X” tiene el criterio “α” (pongamos belleza); “Y” también lo tiene y, a mayores tiene el criterio “β”; “Z” sólo comparte el criterio “β” pero no el “α”
 “α” (pongamos belleza) está presente en “X” y en “Z”, el criterio “β” está sólo presente en “B” pero todos los criterios con letra griega son igual de válidos en la definición de arte
La definición de arte es crónica, procede de una obra anterior que justifica el nuevo criterio: parecidos particulares
La definición de arte surge de particulares. Las obras de arte son producto de acciones que poseen un indeterminado número de propiedades aísladas (enumerar las 10 propiedades de Gaut)
Defendido por Weitz
Gaut

Dutton, que sigue la estela de Gaut, sostiene que si bien el concepto de arte es abierto, sí que existen principios que autoricen la subvención de nuevas obras de arte, y por tanto ha de haber una serie de elementos estables[11]. Nos encontramos así ante tres definiciones abiertas en cuanto a la admisión o al significado de arte (no sé si atreverme a llamarlas antiesencialistas), pero en ningún caso equitativas al cojear unas donde otras triunfan. Robert Irwin decide afirmar, ante tanta (no) definición que el arte “ha venido a significar tantas cosas que ya no significa nada”; es por esto, como afirma el profesor Castro, que “la cuestión del arte ha entrado definitivamente en el orden filosófico y sólo puede responderse desde la filosofía del arte, que ha de ir, necesariamente, detrás de la producción artística, como una reflexión de segundo orden sobre obras que, en muchas ocasiones, son ellas mismas teorías de arte” (Castro 2005, 32).

2.      ¿Es necesario definir el Arte?

Entonces, ¿es necesario definirlo? Nigel Warbuton entiende que la definición es utilitarista, es decir, él lo contempla a través de tres posibles usos (discernir qué es y no es arte, explicar por qué se ha llamado arte y decirnos qué objetos merecen ser atendidos como arte); sin embargo no logramos definir lo qué es (aunque sepamos para qué puede ser útil ser definido). Stecker propone obviar la definición mediante un “argumento inductivo” (expresado en lo que vibra con ciertos aires falaces) y Kennick[12] sigue este postulado asumiendo el significado en pos de la creación u asunción de nuevo arte; es decir, el lenguaje artístico y los procesos de creación artística dentro de una cultura pueden ser definidos como particulares, pero no será así la realidad que reflejan más allá de las interjecciones estéticas subjetivas o de tipo valorativo (bello, bueno, bonito, etc.) que no tienen significado objetivo más allá de sí mismas. Entonces, ¿el arte ha de definirse a sí misma o en función de cada mentalidad que trata de definirlo?
A todo esto habría que añadir una tercera problemática, ¿es el arte inmutable o, como propone Janet Wolff, en cada época “arte” será el resultado de influencias sociales?[13] Dewey sostiene que el arte es la ventana de otra cultura, a lo que Davies añade que una cultura no podrá reconocer obras de arte de una cultura ajena. Pero de nuevo caemos en esta paradoja de la no resolución: si admitimos que existe el macro concepto “arte” pero que este se ajusta a cada cultura, ¿no significa por tanto que una cultura no podrá admitir el arte de otra? Y si esto es así, ¿cómo puede existir un concepto capaz de definirse y negarse a sí mismo? Entonces debemos obviar, por el momento, el macroconcepto de arte para ver qué características comparten las culturas para llegar a establecer las condiciones del universal “Arte”. M. Muelder Eaton nos auxilia en encontrar una macrodefinición obviadora definiendo que las propiedades estéticas están en los objetos y eventos de todas las culturas, aunque unas no admitan las de otras; entonces, “la observación de propiedades estéticas puede diferir de un cultura a otra, pero hay siempre un subconjunto de propiedades intrínsecas que dan lugar a la siguiente definición de propiedades estéticas” (Castro 2005, 41). En definitiva, algo será arte si y sólo si la filosofía del arte trata de ello (o si provoca una discusión estética). Pero, ¿acaso la artesanía no puede provocar también discusiones estéticas? Davies…
Concluyamos pues. Si existe una teoría artística formal podríamos ser capaces de distinguir el arte del no arte, y vemos que una y otra vez naufragamos. Si tratamos de eliminar el macroconcepto de arte, no seremos capaces de clasificarlo. ¿Cuál puede ser el camino? Además de la ya propuesta “pasar por alto” la definición, podríamos  tratar el arte en tanto y cuanto a recomendaciones y no en descubrimientos. Lo que necesitamos son más recomendaciones normativas que normas propiamente dichas o conceptos delimiatorios, formulando con ello una concepción razonada de arte propio que pueda ser ampliada a nuevos objetos que traten de reclamar su estatuto de arte atendiendo sólo a los valores que las artes quieran fijarse.

3.      ¿Y dónde queda para ti el Arte? Las aproximaciones del arte

Como vemos, no podemos entrar a definir el arte sin caer en la paradoja de la teoría de conjuntos.  Es por esto que a la hora de intentar decir que es para cada cual su estatuto de arte se ha recurrido a "aproximaciones", formas de acercarse a un entender artístico implícito en las obras. Las propuestas que Sixto nos dice son arte mimético, trascendental, intencional, funcionalista, institucional, histórica y simbólica. No quiero entrar a definirlas para no alargar este escrito (además las tratamos en nuestro programa), pero normalmente recurrimos a alguna de ellas al intentar definir nuestro “Arte”. Te proponemos que nos cites tus obras artísticas y no artísticas y que intentes clasificarlas en función de ello. Si no sabes cómo hacerlo, ¡escucha nuestro programa!

Bibliografía

Castro, Sixto José. En teoría, es arte. Una introducción a la estética. Madrid: San Esteban - Edibesa, 2005.
Ross, Alex. El ruído eterno. Barcelona: Seix Barral, 2016.
—. Escucha esto. Barcelona: Seix Barral, 2016.


[1] Aunque esto tampoco es técnicamente correcto. Uno dice “estoy helado”, y para decirlo ha de estar vivo…
[2] Lo cual nos plantea otra incógnita: qué se entiende por belleza, ¿lo figurativo? ¿lo contemplativo? ¿lo colorido?
[3] Conviene aclarar aquí que no es que haya más de un Wittgenstein (presuponiendo el linaje paterno), algo que podría pensar el lector no iniciado en filosofía, sino que hablamos de una segunda etapa del filósofo alemán del siglo XX.
[4] Es decir, para decir “esta pintura es bella” primero necesitamos tener una idea absoluta e inmutable acerca de qué es la belleza, pues es ese el criterio que nos permite diferenciar si algo está dotado de tal característica o carece de ella en diferentes grados o medidas.
[5] (Si al final la filosofía está en todas partes)
[6] Adjunto una tabla comparativa para hacerlo más comprensible
[7] No confundir “útil” con “funcional”.
[8] Legados a este punto me parece reseñable destacar la trama que a priori podría parecer paradójica: si Danto propone un universal de arte que justifique unas obras respecto a otras aunque ese criterio no sea “intercultural”, Dutton propone una definición no universal pero que entrevea paradigmas que todas las culturas identifiquen como propios a las obras de arte (como, por ejemplo, podría ser la técnica en la construcción de arte).
[9] Como el mismo Dutton argumenta, “una sociedad puede distinguir el arte de otra por los paradigmas que comparten ambas: efectos estéticos, creación humana, la técnica, el perfeccionamiento, la simbología, etc.” (Castro 2005, 23).
[10] Esto nos permite además explicar por qué algunas actividades (como el arte culianrio) están próximas al mundo del arte sin llegar a formar parte de él: comparten algunas propiedades del mundo del arte mientars carecen de otros criterios relevantes (Castro 2005, 28).
[11] Algunos de estos son: el objeto de arte, la técnica de elaboración de dicho objeto, el seguimiento o destrucción de las reglas, un lenguaje crítico,
[12] William Kennick afirma que la gente está perfectamente cualificada para saber qué es arte aun cuando no sean capaes de dar con una definición.
[13] Un ejemplo que propongo es el del rock, ensalzado gracias a la atribución de Dylan del género. En resumidas cuentas: Dylan, un músico de la consagrada música folk, electrifica sus actuaciones y se encamina hacia una serie de tópicos de la música rock. La recepción provocó que el rock pasase de ser un género depravado a un género de culto.

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